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Cuentos del geriátrico
Blog de robotina8

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04 de Noviembre, 2009 · General

Siguen los cuentos del geriátrico

 

          Receta para el futuro marido

 

            Nena vos sos la nieta de la Tere? Que linda sos. Sos muy bonita, me imagino que ya estás por casarte, no?

            No señora, si ni novio tengo.

            Cómo que no tenés novio, pero los muchachos de hoy están ciegos! Nena cómo te llamás?

            Patricia , señora, pero me llaman Pato.

            Patricia te gustaría saber con quien te vas a casar?

            Claro señora.

            Bueno si querés te doy la receta.

            Pato vení que te llama tu abuela.

            Vení Cecy que acá la señora me va a decir con quien me voy a casar.

            Y las dos jóvenes se arrimaron a la viejita que estaba sentada en el sillón de la sala. Era horario de visitas en el Hogar y Pato y Cecy en lugar de estar con su abuela Tere escuchaban fascisnadas a esta otra abuela que les iba a revelar un misterio tan interesante de su futuro.

            Escuchen bien: la noche de Navidad se tienen que acostar antes de las doce campanadas. Debajo de su almohada van a poner dos cosas que hayan pertenecido a un varón, puede ser de su hermano o de su padre. Y yo les aseguro que esa noche van a soñar con el hombre con el que se van a casar.

            Las dos chicas riendo incrédulas al fin se decidieron ir a ver a su abuela.

 

            Cata, de dónde sacastes este cuento del sueño con el futuro marido?

            No es ningún cuento. Cuando tenía veinte años, sin novio y ya pensando que iba a ser una solterona que nunca se iba a casar, mi abuela  Ana me dio esta receta. La víspera de Navidad nadie se dio cuenta de que desaparecí de la fiesta en la casa de los abuelos. Me escabullí a su dormitorio y me acosté en su cama que tenía el olorcito a viejo, ese perfume especial de los abuelitos. Puse debajo de la almohada el peine de mi hermanito y una bufanda de mi padre.

            Cuando desperté a la mañana tenía un recuerdo confuso de haber soñado con un baile de carnaval de años atrás, y de un soldadito todo pelado y requemado por el sol que me contaba que había escapado del cuartel para venir al baile.

            A principios de enero salí con una amiga a andar en bicicleta . Ibamos por la calle Rivadavia frente a la estación cuando de golpe se cruzaron dos muchachos corriendo a tomar el tren. Uno zafó pero al otro lo atropellé, no le pasó nada pero me miró y como reconociéndome me pidió apurado mi dirección. Salió disparado a tomar el tren en el que su compañero ya estaba subido.

            Empezamos a salir y en un paseo en el que me recordó de donde me conocía me temblaron las piernas porque fue hacía cuatro años en un club para los carnavales y efectivamente se había escapado del cuartel y lo pescaron a la vuelta. Yo sinceramente si no hubiese sido por ese detalle, jamás lo hubiera asociado con mi sueño. Lo demás ya te lo imaginás,  al año nos casamos y tuvimos hijos y nietos. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

 

           

 

LA DIVA EN EL AEROPUERTO

 

    —Lo que más rabia me da es que nos apagan la televisión mientras comemos. A mí me gustaba ver a “ Mirta “ .

    —Yo era fanática de ella. Mi marido para provocarme me cambiaba de canal cuando estaba ella y cuando me enojaba la volvía a poner y me decía –Ahí tenés a tu “ Miuuuuurta” -y alargaba la u para hacerme enojar más.

   —Yo también era muy fana, me metía en las conversaciones que tenía en esa mesa tan paqueta y con invitados tan finos. Cuando no estaba de acuerdo con sus opiniones me enojaba le discutía y cambiaba de canal , pero nunca mas de 5 minutos, ya la ponía de vuelta, me gustaba ver su ropa, su peinado y hasta las “rosas rococó rosadas“ de la mesa . Si habré lavado platos mientras la miraba; imagínense durante 30 años a un promedio de 10 platos diarios a 5 días a la semana, son 50, por 4 semanas al mes son 200, ¿Cuantos meses hay en 30 años? Claro descontamos las vacaciones y el tiempo que la “ausentaron”....

   — Cheee... son como 70.000 platos ¿tántos lavastes? Pero si lavabas los platos cómo veías la TV?

   — Y me las ingeniaba, cerraba la puerta de la cocina y me ponía al costado de la pileta y mientras mis manos sacaban grasa con la espuma del detergente la miraba y escuchaba a ella, tan fina, tan linda, no creas a veces me enojaba, me ponía loca cuando en lo mejor de la anécdota de un invitado le cambiaba la conversación. El día que interrumpió a Pinti me puse tan loca que empecé a apretar el control remoto, pero ella seguía allí, yo apretaba furiosa y nada, hasta que me di cuenta que lo que estaba apretando no era el control sino la esponja patito con la que lavaba los platos.

   — Vos habrás sido muy fanática de ella pero yo la conocí personalmente.

   — No me digas!!!... Cuando... dónde???...

   — Bueno, mi sobrino, el jugador de fútbol había sido vendido a Chile (después dicen que la esclavitud se abolió en 1800). Lo acompañamos con toda la familia al aeropuerto. Allí había un revuelo bárbaro porque estaba Mirta besando a todos los chicos que se le acercaban. Como vos no eras la única fanática de ella y yo también lo era, llevé a los empellones a mi hijo mas chico hasta donde estaba, el nene no quería ir pero lo arrastré y de un empujón se lo tiré adelante, ella maquinalmente lo besó . ¿Cuántos chicos habrá besado, otra que tus platos...?

   — ¿Y tu nene que hizo?

   — Se dio vuelta y con toda la furia se limpió la cara.

   — Ja...ja...ja... quedastes como la mona .

   — Esperate que no termina acá . Cuando se fue el avión con mi sobrino y volvíamos todos tristes por un camino de piedritas, vimos a una chica adolescente que venía llorando, recuerdo que tenía unas medias rayadas rotas en las rodillas de las que parecía que le salía sangre. No recuerdo su cara, pero los que se cruzaban con ella decían: es la hija ...

 Su llanto llamando: mamá..mamá... no lo olvidé mas. Porque todos los llamados a mamá suenan igual, así sean los llamados de la hija de una Diva.

 

 

                   MIS MIEDOS

 

            ¿Yo miedo? No, en realidad no fue miedo, mas bien una especie de terror a no hacer lo que debía y que por eso pasara algo horrible, algo que por callarme, por no hablar a tiempo pudiera suceder.

            Pasó una vez en que fui al cementerio a llevarle flores a mi mamá . El cementerio de mi pueblo tiene muchas bóvedas y por cierto algunas muy lujosas, con ángeles y todo. También está la parte de las tumbas en la tierra y como no había mas lugar, edificaron las nicheras. Las nicheras son unos edificios de tres pisos y subsuelo. Se entra por un portón de hierro y tiene unas escaleras bastante anchas que suben por un lado a los pisos y por el otro bajan al subsuelo .Este, como el resto del edificio consta de un pasillo en el medio con las paredes llenas de nichos, unos pequeños y otros mas grandes . Estos pasillos a la vez, cada cuatro metros, mas o menos, se abren en unos pasajes laterales con más nichos. La ventilación de estas nicheras se consigue por unas enormes aberturas cubiertas con ladrillos huecos que forman dibujos y que están ubicados en el final de todos los laterales. Los ventanales del subsuelo tienen la parte inferior a ras del suelo del exterior.

            Ese día hacía mucho frío, estaba seminublado y no había casi nadie en el cementerio. Cuando pasé el portón de hierro y miré hacia la escalera que subía al primer piso vi como entre dos hombres llevaban un cajón y por la fuerza que hacían, estaba bastante pesado.

            Mi mamá se encuentra en un nicho en el subsuelo al final del último lateral del pasillo. Había arrastrado con gran trabajo la escalera que tiene solo dos ruedas en sus cuatro patas y me estaba por subir a ponerle las flores atadas con un alambre porque la última vez que fui me encontré que alguien había robado su florerito y como ella está en la fila de arriba del todo me costaba bastante trabajo llegar a ella, cuando de pronto sentí algo que me puso los pelos de punta: unos arañazos, primero débiles, luego más fuertes, y los sentía ahí abajo , a mi derecha. Y luego empezaron los quejidos, primero suaves, luego más arañazos y quejidos más fuertes. Se imaginan con que espanto me fui acercando a los otros nichos a ver si podía ubicar de cual de ellos salían los quejidos. Pensé que habían enterrado viva a una mujer.

            Los ruidos cesaron de pronto y me quedé parada ahí en medio del pasillo como una estúpida tratando de razonar lógicamente. No había nadie a mi alrededor que confirmara lo que había oído. ¿Qué tenía que hacer?  Automáticamente subí, puse las flores en su lugar y mientras bajaba a gatas de esa maldita escalera, temblándome las piernas, decidí lo que tenía que hacer . Yo quería dormir tranquila esa noche, así que a riesgo de que se rieran de mí y pasara el ridículo más grande de mi vida busqué al guardián y le expliqué lo que había oído. El hombre no solo no se rió de mí sino que con toda amabilidad me dijo que me quedara tranquila y me explicó lo que pasaba.

            ¿Y...y qué ...que pasaba...?

            No, lo que pasaba era que la noche anterior una de sus perras había tenido cría y su cucha estaba al otro lado del ventanal, posiblemente los gemidos se sentían abajo por un fenómeno acústico.

 

 

 

 

MIS FRACASOS

 

   —Yo fui una fracasada.

   —Todas tuvimos un fracaso en la vida.

   —Si, pero yo soy “El fracaso”. Mirá las cosas que me pasaron: quise pintar y pintaba gatitos mimosos y me salían parecidos a linces espantados; quise bailar y me llevaron al Colón y estaba pasada de edad, llegamos un mes tarde; quise tocar el violín ( en realidad mi padre quiso que aprendiera porque él tocaba las csardas de Monti de oído en el violín que tenía) y mi pobre profesor Brugni prefirió renunciar a la cuota antes que seguir oyéndome destrozando su sistema nervioso. Quise aprender idiomas ( mi padre dijo: alemán ) y lo único que aprendí fue lo de la “pequeña señora gorda que sube al tren” y ya me olvidé como se dice en alemán. Estudié inglés durante cinco años, resultado: “ai am de ticher iu are de pupil”. Quise tejer, como todas las abuelas y me vino artrosis. Quise coser y no pude ni enhebrar la aguja porque perdí la vista ; quise escribir y me tiemblan las manos ....

   —¡ Nena, vos si que sos una fracasada!

   —Si, pero como ya asumí todos estos fracasos, encontré algo en lo que soy buena.

   —¿En qué?

  — Soy una buena y perfecta manejadora de mi lengua. Soy una gran “Chismosa”.

En eso no fracasé nunca.¿ Ustedes saben que Cata le robó el pan a la Ceci durante el almuerzo y esta le hizo tal escándalo que Marta tuvo que llamar a la señora Beatriz para separarlas?...¿Y saben que la hija de la señora Beatriz sale con el nieto de la abuela Mary....Y saben que Carlos, el que tiene 80 años la pasea a Julia que tiene 83 por el parque y le da el besito de las buenas noches .... y saben que la pituca de la Leonor debe ya tres mensualidades y sus hijos ni aparecen por el Hogar...?  Y saben....

   ¡Basta,...basta....callate la boca !!!!

 

 

 

       TRAVESURAS

 

   —Estaba viendo el noticiero y me asusté de la cantidad de chicos perdidos que hay.

   —Y algunos se escapan de su casa, que pasará por esas cabecitas, pobrecitos, que dramas....

    —Y después terminan mal, vaya a saber a donde van a parar....

   —Una vez yo me escapé de mi casa. Mis padres siempre discutían mucho. Estaba cansada de oírlos, así que agarré un bolso y  a mi hermanito y empecé a salir. En el camino a la calle pensé, llevo la comida del nene para hoy, y mañana que le doy?  Y despacito volví, dejé al nene en el suelo y como nadie se enteró siguió la vida como siempre.

   —Ja...ja...ja...que aventura para tu hermanito!

   —No crean, él ya era un experto en escapadas.

   —¿Cómo tan chiquito?

   —Y sí, tendría unos dos o tres años cuando estando bajo mi cuidado me entretuve haciéndole a mi madre una máscara facial de claras de huevo. No se rían, lo había sacado de una revista, ya a los 14 años quería ser maquilladora, y mi madre que era muy coqueta se dejaba hacer, cómo sería de coqueta que su primera cana fue un drama familiar. Bueno sigo contando, estábamos largo rato muy entretenidas, cuando nos asaltó el pensamiento:”¿y el nene?...”.

El nene no estaba en ningún lado de la casa, ni de la quinta, ni en los gallineros. ¡No estaba!. Salimos a la calle como dos locas, mi madre con los restos de clara de huevo ahora endurecidos en su cara. Nos cruzamos con los vecinos que se sumaron a la búsqueda. Vimos venir a Don Nelio con su carro y le preguntamos si lo había visto: — Ah... me parece que vi a un chico que iba  para la estación con unos “tamangos”— De su respuesta sólo nos quedó la palabra “Estación”, estaba como a diez cuadras, todos corrimos pensando en las vías, ya estaba bajando el sol cuando vimos una silueta agrandada por la contraluz del atardecer de una mujer que traía de la mano un nene que iba haciendo clop.. clop... con sus piecitos metidos dentro de mis zapatos de taquito y repitiendo “el ten...el ten..”

   —¿Travieso el nene no? Y bueno él se puso tus zapatos y se fue solo a la estación a tomar el tren.

   —Otro día sentimos su vocecita muy lejana “ico..ico...”. Vivíamos en una casa quinta bastante grande y no podíamos ubicarlo. Buscamos por todas partes. El “ico...ico...”venía como del cielo, y cuando levantamos la vista lo vimos, estaba cabalgando sobre el techo de chapas de dos aguas de uno de los galpones... dale ico ...ico...Yo estaba paralizada mi madre temblando lloraba y le rogaba: — Tito, Titito,  no te muevas por Dios...— . Mi padre mas práctico corrió a buscar una escalera y gateando lo atrapó.

Nunca pudimos saber cómo hizo para subir!.

 

 

           PRIMER VIAJE

    Hoy les voy a contar la historia de mi madre: a los quince años estaba de novia con un muchacho vecino que era minero como todos los hombres del pueblo. Las minas eran de carbón y al pasar doce horas en los túneles aspirando ese polvo tóxico la mayoría se enfermaba de los pulmones. Y eso le pasó a Imre el novio de mi mamá, se volvió tuberculoso. Toda la familia puso el grito en el cielo: “María debes dejar de verlo, se acabó el noviazgo, te podés contagiar”. Ella que era muy linda y coqueta siguió yendo a los bailes del pueblo y conoció a un forastero precedido de gran fama: era hipnotizador, en las fiestas hacía ciertos espectáculos de hipnotismo con alguna señorita del lugar. A eso había que agregarle el hecho de que trabajando en la mina salvó milagrosamente la vida durante el último derrumbe. Eso sí, perdió seis centímetros de su altura al quebrarse la columna, pero siguió siendo muy buen mozo con su pelo negro ensortijado y sus ojos tan verdes.

   Por supuesto, José que así se llamaba el galán, la conquistó a María (dicen que la hipnotizó) le hizo olvidar a Imre, se casó con ella y la embarazó, aunque no en este orden.

   La pareja emigró a la Argentina, a la selva virgen del Chaco. Allá los esperaba la familia de José, que al no estar enterados de su casamiento lo recibieron con una espléndida  muchacha para presentarle. Fue una gran sorpresa. Su hijo traía con él a su pequeña mujercita y encima embarazada. No les alcanzaban los dedos de la mano para contar los meses desde la fecha del casamiento. Mi hermanita fue una enorme “sietemesina” . Lamentablemente la dura vida de los pioneros, los ranchos en los que vivían, la selva con todos sus bichos y enfermedades acabaron con la felicidad de mi madre. Una tarde cuando volvió del campo con su delantal que era una bolsa de arpillera en la que juntaba los capullos de algodón con sus manos ensangrentadas, después de diez horas de no ver a su hijita, la encontró muy enferma, la persona que la cuidaba como no conseguía leche, la alimentaba con papas. A los nueve meses murió de meningitis. Mi padre le hizo un cajoncito y la enterró allí en el borde de la selva.

   Mis padres vinieron a Buenos Aires, nací yo y al año, mi madre que se la pasaba llorando quiso volver con sus padres.

   No recuerdo el viaje, era muy chiquita, pero me contaron que el último tramo hasta el pueblo de mis abuelos, como no había trasporte lo hicimos en una pequeña carreta. El camino bordeaba una colina en la que estaba el cementerio del pueblo. Había mucha gente bajando y entre ellos estaban las hermanas de mi madre que corrieron para alcanzarnos  y la mayor dijo: “María llegastes tarde, acabamos de enterrar a Imre...

   En ese mismo momento mi madre decidió que iba a volver a la Argentina porque ya no tenía nada que hacer allí.

 

 

           SEGUNDO VIAJE

 

   Esta vez fue mi padre el que sintió nostalgias de su tierra y decidió volver a su patria con su familia, o sea con mi mamá y conmigo.

   Ya en el puerto de Buenos Aires viendo el enorme barco en el que íbamos a viajar, mis ocho años se admiraban de toda la carga que metían en la panza del Cap Norte.

   Mi abuelo paterno que vino a despedirnos socarronamente nos dijo: “de este viaje no se van a olvidar nunca”. El barco era de carga y pasajeros. El viaje duró un mes. La carga era de cebollas, Todo iba muy bien hasta que llegamos al trópico, las bodegas recalentadas empezaron a fermentar la cebolla. Ustedes no pueden imaginar lo que es el olor a cebolla podrida, pero por toneladas. El abuelo que era agricultor y lo sabía, como se habrá reído de nosotros.

 

TERCER VIAJE

 

   Después de vivir un par de años en ese bellísimo país, adonde la nieve no se derrite desde el comienzo del otoño hasta el fin de la primavera, para mí que solo había vivido en Buenos Aires, era maravilloso, los bosques con toda clase de fruta silvestre, las frutillas en el suelo, las montañas con los pastores de gran capa saludándonos con el sombrero mientras llevaban sus rebaños, el aire puro, el cielo, las flores, todo me admiraba.

   Pero se acercaba una gran nube negra. Ya por el pueblo se veían jovencitos desfilando con una extraña cruz en sus brazaletes. Los rumores de una guerra se acercaban. Mi padre pidió ayuda a Buenos Aires. La familia le contestó: “ No nos pedistes consejo para irte, no nos pidas plata para volver”. Pero un español llamado Don Benigno, que solo había sido nuestro casero alquilándonos una habitación en su casa que tenía una carbonería al frente, ese señor al que no le hizo falta ningún documento que avalara la devolución del dinero, le mandó inmediatamente el pasaje a mi padre.

   Mamá y yo quedamos esperando los nuestros, mientras en mi escuela se declaró una epidemia de escarlatina. Mi compañera de banco falleció. Aunque yo estuve mal me salvé, pero no de la cuarentena. Teníamos los pasajes pero yo no podía salir de la casa de mi abuela. Al fin pasaron los cuarenta días y se presentó el segundo problema. Cuando fuimos a la capital le dijeron a mi madre : usted puede viajar pero la niña no porque es extranjera y los extranjeros ya no pueden salir del país. Imagínense a los diez años por ser argentina yo era un rehén de la guerra. Mi madre casi se muere recurrió a toda su seducción  y coquetería, era tan hermosa, hasta que en la embajada argentina me hicieron pasaporte especial que tenía el número 0010 y le insistieron a mi madre: esto lo muestra hasta llegar a Hamburgo, allí lo quema y para subir al barco presenta este otro. Con el tren teníamos que pasar varias fronteras, mi madre palidecía cada vez que subían soldados con distintos uniformes pidiendo documentos. Yo en cambio jugaba con mi muñequita en la ventanilla del tren admirando los castillos en la orilla del Danubio.

   Al fin subimos al trasatlántico que era el Cap Arcona , se comentaba que hacía su último viaje a América. Viajamos en tercera clase,( porque no había cuarta) . Cuando zarpamos estaba nevando , era de madrugada , yo me escapé a la cubierta de primera clase para ver las luces de colores del puerto y cuando me echaron salí corriendo y como estrenaba zapatos y era una mala combinación: correr, mas suela nueva, mas cubierta helada, me di un soberano porrazo, caí para atrás y el médico me mandó tres días a la cama y mientras oíamos las sirenas despidiendo nuestro barco, mi pobre madre sentada al lado de mi litera lloraba calladamente. Nunca supe si fue por no poder ver la partida , si por toda la angustia que pasó y que al fin estábamos a salvo o si era porque dejaba a su querida familia bajo la sombra de la guerra.

 

 

 

 

 

REGALO DE REYES

 

            Cuando vivíamos en la calle Gaona mis padres alquilaban una pieza y cocina en los fondos de la casa.

            Recuerdo que estaba sentada en el primero de los tres escalones de la puerta de entrada. Jugaba con un palito rascando la tierrita que se había juntado en la vainilla de las baldosas de la vereda, dale que dale con el palito, para atrás y para adelante, a veces se atascaba en alguna piedrita que estaba pegada al suelo y yo trataba de correrla. Por la vereda corrían los chicos jugando y riendo. Susy llevaba en su nuevo cochecito una hermosa muñeca rubia, Lidia pedaleaba su triciclo rosa, los varones pateaban las relucientes pelotas o jugaban con sus trompos. Yo solo jugaba con mi palito con la cabeza entre mis piernas, no quería mirar al mundo de la vereda, no quería levantar la vista porque seguro que me iba a poner a llorar.

            La noche anterior mi papá me dijo que no pusiera mis zapatos en la ventana porque era inútil, no iban a venir los Reyes, no le habían pagado “ la quincena “ y como yo ya tenía siete años tenía que saber que los Reyes eran los padres.

            Y ahí estaba sentadita, quietita mirando el suelo cuando vi parado al lado mío a mi papá con sus viejos zapatos, su gastado traje de mecánico y la mirada triste de sus ojos grises. De pronto me dijo: parate y me agarró de la mano, la suya era grande, áspera  pero calentita, apretó la mía y casi a la rastra me llevó por la calle Gaona, doblamos a las cuatro cuadras y llegamos a la feria . ¿Cómo si íbamos a la feria, papá no trajo el bolso de la feria como hacía mamá?

            Pasamos un montón de puestos hasta que llegamos a uno que tenía juguetes. Ahí  Papá me alzó y me dijo elegí uno. Estaba tan emocionada que sin mirar levanté mi brazo y señalé algo con el dedo. El dueño del puesto bajó la caja y dijo: ¡Qué bueno es una cocinita !  Papá saco su vieja billetera y le pagó.

            Lo único que recuerdo después, es las veces que cociné en esa cocinita. Era una cocina económica pintada de azul de unos veinte centímetros de largo, con puertita para poner ramitas y carbón; tenía una olla, una cacerola, una sartén, todas con sus tapas y hasta el cucharón y la espumadera eran de aluminio. Hice tantas veces puchero..., Mamá me daba una brasita encendida de carbón y cocinaba de veras, tánto, que le hice saltar la pintura, primero se arrugaba y luego se escamaba, eso sí tenía cuidado, nunca me quemé.

            Así aprendí que los Reyes Magos vienen una vez al año pero “mi Rey Mago” estaba para mí todos los días de su vida cada vez que lo necesitara.

           

 

EL TREN DE LOS RECOMENDADOS

 

   Cuando la plata no alcanzaba hacíamos cualquier cosa para no perder esas dos semanas de vacaciones anuales. Se acuerdan de Turismo de la Sierra?. Para poder ir a descansar al Lago de Embalse, cuya estadía salía mas barata que comer en casa, había que tener muchos hijos, cuanto más hijos era más fácil obtener la reserva. Nosotros solo teníamos dos hijos así que siempre quedábamos afuera. Ese año mi  marido decidió que de cualquier forma íbamos a ir. Movió cielo y tierra y consiguió una “recomendación” de una autoridad y nos asignaron las habitaciones y los pasajes, aunque nos aclararon que como eran tantos los recomendados tenían que acoplar al tren un vagón especial.

   Llegamos a Retiro y empezamos a buscar nuestro vagón, caminamos y caminamos con las valijas y los bolsos a cuestas y pasamos un montón de vagones modernos con sus asientos forrados en cuero hasta el último vagón: era el nuestro, el de los “recomendados”. Parecía sacado del siglo diecinueve. Cuando subimos y vimos sus asientos de madera ya nos empezaron a doler los huesos. Como nos esperaban muchas horas de viaje sacamos abrigos y mantas e improvisamos una cama para el hijo mas chico. El hijo mayor lo trajimos a la fuerza, porque no quería venir, pero dejarlo en casa era un peligro, ya que al volver de otra vacación y abrir la puerta del departamento encontramos en nuestro vestíbulo un jaulón lleno de palomas. Su disculpa fue: — no me permitieron tenerlas en el patio — . Cuando vimos que la enorme jaula no sólo tenía las palomas sino también sus piojillos juramos que nunca más lo íbamos a dejar solo. Apenas nos acomodamos en el tren, todavía con cara enojada agarró su valija tocadiscos y todos sus discos y desapareció, se fue, pero a medida que avanzaba se iba llevando con él a toda la juventud del tren. No los vimos en toda la noche. Mientras nosotros pasábamos una interminable y “durísima” noche la muchachada improvisó una fiesta en el furgón del equipaje adonde bailaron hasta que llegamos.

   Los siete hoteles eran grandes y confortables, con una gran terraza que daba a una enorme pileta que drenaba constantemente su agua al lago sobre cuya orilla estaba construida. Cada noche había un baile en uno de los hoteles, así que descansábamos seis noches y el séptimo a aguantarse los parlantes. El comedor con mas de 200 personas era un hervidero; la comida buena, sana, nada extraordinario. Ya nos habíamos acostumbrado a que el plato de nuestro hijo mayor estuviese siempre vacío. El se había hecho amigo de los que alquilaban los caballos y comía todos los días asado con ellos. Una mañana vino todo apurado:— mamá,  adónde está mi vaquero viejo porque éste se lo vendí al chico de los caballos y con lo que me pagó me voy a poder comprar los “Lee” cuando volvamos a casa. A pesar de su disgusto inicial se divirtió como nunca, cabalgaba, pescaba, cruzó el lago nadando con su padre y lo mas importante: conoció a una chica....

   Fueron unas hermosas vacaciones; los atardeceres plácidos y serenos, los pececitos saltando en las quietas aguas del lago mientras en los parlantes del hotel se oía a Aznavour cantando “Venecia sin ti”. 

 

 

publicado por robotina8 a las 17:15 · 7 Comentarios  ·  Recomendar
Más sobre este tema ·  Participar
Comentarios (7) ·  Enviar comentario
ME SIGUEN ENCANTANDO ESTOS CUENTOS !!!
publicado por María Kunszt, el 07.11.2009 15:47
No lo puedo creer cuentos sin "malas palabras" ni sexo ...
publicado por María Kunszt, el 07.11.2009 16:04
Gracias abuelita del geriátrico . La noche de Navidad voy a hacer lo que dijiste. Resultará ???
publicado por Gizela, el 23.11.2009 14:48
El barco Cap Arcona al que se refiere el cuento es el mismo que fué quemado durante la segunda guerra mundial del siglo pasado ?
publicado por Josué, el 23.11.2009 14:55
Mi familia y yo hace muchos años también pasamos unas vacaciones en El Embalse , como justo fué el cumpleaños de mi hermanita lo festejamos en el comedor de uno de los hoteles , creo que en el número "2" . Fué emocionante que las doscientas personas que almorzában en el comedor le cantaran el "Feliz cumpleaños".
publicado por Luz del alba, el 11.12.2009 16:29
Con un grupo de amigas vamos a hacer esta Navidad lo que indica esa abuela, a ver si tenemos suerte. Una pregunta y si alguna sueña con su gato eso quiere decir que va a quedar solterona ?
Besitos de Paola, Gizella y Mailén.
publicado por Paola, el 20.12.2009 16:07
Nosotras otra vez. Podemos cambiar lo de marido por "pareja" ?. Estamos en el 2010 !!!
publicado por Mailen, el 20.12.2009 16:10
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