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Cuentos del geriátrico
Blog de robotina8

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08 de Noviembre, 2009 · General

Son los últimos cuentos ?

LOS GORRIONES DE CAMARENA

 

   —Estuve en Madrid tres meses prisionera en un piso de la calle Camarena...

   —Como prisionera?

   —Estaba de visita en lo de mi hijo y éste por miedo a que me perdiera no me dejaba bajar sola a la calle. Mi única opción era mirar por las ventanas, me deleitaba ver diez pisos mas abajo los hermosos jardines delante del edificio, luego escalinatas, la vereda, la calle Camarena con coches estacionados en el medio, de nuevo vereda, jardines y escalinatas al edificio de enfrente. Si me corría a la otra ala del piso, otra calle con el mismo hermoso espectáculo y también el mismo nombre: Camarena. Esto se repetía inclusive el nombre de la calle en tres lados distintos. En cambio por la ventana de la cocina y del baño solo se veía un enorme agujero gris cortado por vigas de cemento adonde a veces se oía el chiiip de algún gorrión que pasaba volando

   Esto era de día. Las noches eran diferentes. Hacía mucho frío afuera. Mi caldeado cuarto invitaba a dormir plácidamente pero a las dos o tres de la madrugada me despertaban los golpeteos en los postigos y escuchaba el piar de los gorriones. ¿Que hacían a diez pisos de altura y a esa hora?  Discutían!   Uno piaba y el otro le contestaba, luego se sumaba otro y otro más, se gritaban y contestaban, era un constante reclamo, como en una asamblea en la que todos discuten y nunca se ponen de acuerdo; subían y bajaban el tono y de pronto los chillidos eran tan fuertes que me tapaba enloquecida los oídos. Así todas las noches, estaba enferma de insomnio, dormía un poco recién a la mañana.

   Ya en Buenos Aires, años después, en una reunión familiar comenté el episodio de los gorriones y mi hijo con ese tono de “cuantas veces te lo tengo que decir” me dijo –Ya te dije que no eran gorriones.-

   —Si no eran gorriones que eran?

   —Para mí eran gorriones pero según él eran murciélagos.

 

 

 

MUERTE EN LA PLAYA

 

   —Hay muchas formas de estar sola.

   —Otra vez con la soledad!

   —Podes estar en una fiesta rodeada de gente y sin embargo todos desaparecen a tu alrededor y te sentís completamente sola y podes estar sola en tu cuarto y te acompañan todos los que alguna vez compartieron tu existencia.

   —Si, en tus pensamientos.

   —Te voy a contar algo que muy pocas veces conté. Hace veinte años a mi esposo se le antojó ir a la playa adonde teníamos un departamento en refacción, era fin de año, a pocos días de las fiestas; recuerdo que yo estaba armando un arbolito de navidad. No tenía ganas de ir, pero la amenaza fue: “o me acompañás o me voy solo”. No tuve opción y a desgano armé la valija.

   En el camino de ida de pronto sin motivo aparente, en la bajada de un puente, nuestro coche hizo un trompo y quedamos de la mano izquierda y mirando al revés, en ese segundo pasó esquivándonos un enorme camión con acoplado. Te imaginas el susto, pero no pasó nada, se ve que no era mi hora.

   Mientras colocaban el ventanal nuevo en el departamento, mirando distraída a la calle a través de él, todavía sin vidrios, vi de pronto algo muy extraño: una figura que sobrepasando los arbustos voló por el aire hasta cierta altura y volvió a caer. Cuando atiné a buscar una explicación lógica me di cuenta que un pobre muchacho que iba en motocicleta fue atropellado por una camioneta.

   —Ah... por eso voló por el aire.

   —Este episodio nos cayó muy mal y decidimos volver. A la mañana siguiente cargamos el coche, subimos a nuestro perrito en el asiento de atrás y salimos. Frente a nuestro domicilio había una pequeña plaza triangular y vi con extrañeza que mi marido la rodeó y volvió al punto de partida. Creí que se había olvidado de algo, pero no, me dijo que el café le había hecho mal y me pidió sus pastillas para el dolor de estómago. Pensé mejor que estemos acá y no en la ruta. Insistía en sus pastillas, yo no pude bajarlas del techo del coche porque estaban dentro de la valija. Me dijo “andá hasta la farmacia y comprámelas. Todavía no eran ni siquiera las ocho de la mañana, estábamos en Mar de Ostende, solo había farmacias en Pinamar y vaya a saber adonde. “Andá de una vez, ¿o es que no querés ir?”. No sabía manejar así que salí corriendo preguntando por el camino dónde había una farmacia. Cuando al fin encontré una, estaba cerrada, fuera de temporada abrían mas tarde, como a las diez. Encontré otra, no tenían ese remedio pero me dieron la dirección de una tercera al fondo de la calle Burriquetas. Allí al fin las conseguí y también la dirección de un médico, por las dudas. Estaba muy lejos de mi casa y decidí volver por la playa para acortar camino. Ni siquiera recordaba el dolor de la operación de vientre que había tenido hacía pocos meses, solo quería llegar. Me costaba caminar por la arena mojada pero ya llegaba, hasta me pasé de la salida que iba a nuestra calle. Volví y comencé a subir la duna mientras que en mi cabeza solo había una oración. Yo soy católica de nacimiento pero no practicante y hasta hoy me extraña que mientras subía pesadamente el médano mi mente solo repetía “Sálvanos María ahora y en la hora de nuestra muerte, amén”.  Llegué y al abrir la puerta entré cegada por la luz que traía de afuera  . Solo veía penumbras, miré en el dormitorio y no lo vi, mientras lo llamaba y revisaba todos los cuartos mis ojos se acostumbraron y es cuando lo encontré en uno de los dormitorios acostado atravesado en las camitas gemelas que estaban unidas. Creí que dormía. Le dije que ya tenía las pastillas, pero no se despertaba.  Ya asustada salí a la calle a buscar ayuda. En ese momento llegaba el dueño del chalet de la esquina, le expliqué lo que me pasaba y me acompañó inmediatamente dejando a su mujer con el equipaje en el auto. Cuando vió y comprendió lo que sucedía se fue al hospital mas cercano a buscar un médico. Yo seguía allí tratando de reanimarlo, estaba tan tranquilo que por momentos me daba pena sacarlo de esa beatitud. Llegó el vecino con una ambulancia y una joven y furiosa doctora (parece que mi vecino la sacó de un brazo de la cafetería porque no quería venir). La médica le miró los ojos, le tomó el pulso y mientras dejaba caer el brazo de mi marido me preguntó: —¿usted tiene hijos? — Si, en la Capital —Cuando vengan dígales que pasen por el hospital a buscar la partida de defunción —. Así me enteré que mi esposo estaba muerto.

   —Que salvaje!

   —Sí, lo único que le deseé es que cuando perdiera a su ser mas querido le hicieran lo mismo.

   —Y que hicistes entonces?

   —Ese Señor, ese vecino al que nunca voy a terminar de agradecerle, se encargó de ubicar a mis hijos. También se ofreció a llevarme a su casa. Te imaginás que me quedé. Antes de irse los camilleros de la ambulancia me consolaron y me ofrecieron sacarle el anillo de bodas yo solo les pedí que lo acomodaran en una de las camitas, así lo hicieron y le envolvieron las piernas con una manta.   Y quedé sola con él en el departamento cerrado, las persianas bajas.   Las horas fueron pasando.    No necesité hablarle en voz alta eran mis pensamientos los que rompían esa barrera de vida-muerte. Le reproché que se fuera, que me echara de su lado con el pretexto del remedio. También recordé momentos felices.    Fueron muchas horas, pero fué, supongo, el mejor velorio de una pareja como la nuestra, sin extraños rondando y tomando café. Nos dijimos, mejor dicho, le dije tantas cosas, descargué mi corazón, tanto que quedó como vacío.    A las nueve de la noche llegaron mis hijos, dos desesperados, tuvieron toda clase de inconvenientes para viajar por eso llegaron tan tarde. Y allí comenzaron los trámites burocráticos ....la vida que continuaba.

Cuando al otro día, en el velorio real me decían “Pobre, y usted estaba sola “ me volvía furiosa y contestaba “Yo no estaba sola, estaba con él”.   Cómo toda esa gente no se daba cuenta que seguíamos juntos en las buenas y en las malas, hasta que la muerte nos separe, y recién en el cementerio cuando me ofrecieron un puñado de tierra para que lo echara sobre su cajón y les dije “ yo no echo tierra sobre su cuerpo, comprendí de que al fin lo dejé ir.

 

 

 

EL DIABLO

 

   Vamos chicas a dar una vuelta por el parque.

   —¿A esta hora? Ya está oscureciendo.

   —No me digas que le tenés miedo a la oscuridad.

   —Esta le tiene miedo hasta a su sombra.

   —Yo a quien más miedo le tenía era al diablo, y ¿saben como perdí ese miedo?. Cuando vivíamos en el campo, yo tendría unos doce años y le tenía terror al diablo...  

    Yo le tenía miedo al león de las películas de Tarzán.

    Callate Beba, dejala contar.

    Bueno, sigo, la casa tenía el baño afuera, nosotros lo llamábamos “servicio”.

De día no había ningún problema para ir, pero a la noche era distinto. Toda clase de temores me asaltaban. Y como ya era grande para pedir compañía, el camino de ladrillos bordeado de limoneros y naranjos hasta la coqueta casilla se hacía interminable. Recuerdo especialmente una noche muy oscura en la que tenía que ir o ir sin alternativas. Los grandes habían estado contando cuentos de diablos. Yo pensaba que uno de ellos me estaba siguiendo. Caminaba tratando de no correr, era como en los sueños en los que levantás las piernas pero nunca llegás a avanzar. Iba pensando: ahora me da un tirón a la pollera y me agarra de las piernas. Me moría de miedo. Tenía terror de mirar detrás de mí. Hasta que no sé de dónde, creo que del mismo terror saqué fuerzas y me paré diciendo: para que voy a correr si igual me va a agarrar, si está allí, bueno que me atrape de una vez. Quedé allí paralizada esperando y esperando. Solo oía los zumbidos de la noche y el fuerte perfume de los azahares, la lámpara temblaba en mi mano, y seguí esperando. Hasta lo desafié: si estás allí atrapame ya de una vez, pero no pasó nada. Me cansé de esperar y despacito me di vuelta, iluminé el  camino y comprobé que detrás mío no había nada, solo los bichitos nocturnos que venían a la luz de la linterna. Ese fue el momento exacto en que le perdí para siempre el miedo al diablo.

 

 

 

 

publicado por robotina8 a las 18:32 · 1 Comentario  ·  Recomendar
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Comentarios (1) ·  Enviar comentario
Yo he vivido en Madrid y no he visto ningun murciélago , en que barrio has vivido tu ?
publicado por Mariana, el 09.12.2009 23:45
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